Dos caminos para enfrentar la crisis: el griego y el islandés
Guillermo Almeyra  – La Jornada
Attac España 
 5 Julio 2011 |  
 
 
La deuda externa de Grecia supera 150 por ciento del producto interno  bruto (PIB) de ese país y los intereses de las ayudas que le conceden a  Atenas la hacen aún más claramente impagable. Francia y Alemania, cuyos  bancos son los principales acreedores, prestan el dinero, en realidad,  para pagar a esos bancos y no para ayudar a la recuperación de la  economía griega que ellos y el estadounidense banco J.P. Morgan, con la  activa colaboración del anterior gobierno de la derecha helénica.
El actual gobierno socialdemócrata griego, encabezado por Giorgios  Papandreou, está tratando de renegociar esa deuda, que acepta en bloque  como válida sin diferenciar entre la deuda legítima, la ilegítima y la  usurera, pues para esos socialistas hay que respetar a los buitres del  capital financiero internacional y las leyes del capitalismo, que serían  tan naturales como la ley de gravedad o el inexorable movimiento de la  Tierra. El pueblo griego, en cambio, realiza continuas huelgas generales  y manifestaciones de rechazo a esa aceptación por el gobierno de los  diktats franco-alemanes, pues los trabajadores se niegan a aumentar aún  más una desocupación que ronda 20 por ciento (las cifras oficiales  hablan de 16, pero no incluyen a todos los realmente desocupados) y a  rebajar ulteriormente los salarios reales que van en picada.
La protesta social es enorme y va in crescendo, porque el capital  financiero se ensañó con Grecia inmediatamente después de un gran  movimiento que arrojó a la basura al gobierno derechista y lo sustituyó  por el de Papandreou, en el que tenía grandes esperanzas de cambio. Como  sucediera anteriormente en el caso argentino –otro país pequeño, no  estratégico y relativamente marginal en la economía mundial–, el reflejo  particular de la crisis mundial del capitalismo sobre Grecia fue  utilizado por las finanzas para dar un terrible ejemplo a otras  economías más importantes, como la italiana o la española, y para  golpear un sector secundario pero politizado de los trabajadores  europeos y favorecer la anulación de las conquistas sociales, a partir  de Grecia, en todo el continente, y la rebaja de los salarios reales no  sólo helénicos sino también de toda Europa.
El sector más importante de la burguesía nacional griega (los  financistas, los armadores y los importadores-exportadores) ha enlazado  sus intereses con los del gran capital internacional, sobre todo  franco-alemán, y es su socio menor en los Balcanes; por su parte, los  obreros griegos, con su gloriosa tradición de organización de clase y de  radicalismo, con la resistencia contra los nazifascistas, con la  insurrección contra la monarquía y el imperialismo británico, son un  sector radical del proletariado europeo que el capitalismo mundial, tras  desmembrar la ex Yugoslavia y dominar los restos de la misma, intenta  aplastar en los Balcanes para poder explotar mejor a los trabajadores  del viejo continente. De ahí la importancia política de la lucha que se  libra en todas las ciudades griegas.
Argentina, hace diez años, declaró la suspensión de pagos, devaluó su  moneda y renegoció favorablemente, con importantes rebajas, su deuda  externa. Desde entonces, y pese a la crisis, ha tenido un importante  crecimiento de su economía. Las diferencias con Grecia son muchas –en  primer lugar, Argentina puede utilizar el aumento del precio de las  materias primas agrícolas que produce en cantidades inmensas, cosa que  Grecia no puede hacer– y ésta enfrentaría dificultades mucho mayores si  declarase el default; pero en vez de condenar varias generaciones de  griegos a apretarse el cinturón para sostener a los bancos franceses y  alemanes, podría declarar nula una deuda que ni el pueblo ni el actual  gobierno contrajeron.
Eso obligaría al país a salir del euro y de la Unión Europea, a  reconquistar la independencia monetaria para pagar los sueldos y el  funcionamiento inmediato de la economía (como en Argentina, tras la  devaluación del peso-dólar, cuando hubo que recurrir a la invención de  cuasimonedas locales), pero permitiría mantener la independencia  económica del país y otorgaría un papel mayor al sector estatal. Las  presiones serían enormes, porque la banca francesa y la alemana  perderían grandes sumas y los gobiernos respectivos se verían obligados a  salvarlas nuevamente, pero Grecia contaría con el apoyo de los  trabajadores de todo el mundo y, en particular, ayudaría a resistir a  los de Portugal, los de España y, mañana, a los italianos.
Está también ahí el ejemplo de Islandia, pequeño país nórdico de 317  mil habitantes que tenía una deuda equivalente a 15 veces su PIB, que se  negó a pagar a los usureros británicos y holandeses que habían prestado  dinero irresponsablemente a banqueros aventureros de la isla. El  gobierno, al principio, resolvió pagar la deuda externa y condenar al  país, por siglos, a la esclavitud financiera (habría debido pagar su  deuda en 15 años al 5.5 de interés).
Pero el presidente, un ex comunista, rechazó esa posición, lo cual  llevó a un referéndum, organizado por la presión popular mediante  movilizaciones y asambleas, el cual declaró que dicha deuda era  impagable y, en vez de premiar a los banqueros ladrones, los metió  presos y nacionalizó los bancos. Islandia sigue en la Asociación Europea  de Libre Comercio y los banqueros extranjeros tuvieron que contentarse  con el dinero que consiguieron de sus gobiernos. Ahora, el país logró un  acuerdo de pagos mucho más favorable (40 mil millones de euros en 37  años con el 3 por ciento de interés, a partir de 2016, lo cual  representa, de todos modos, cerca de 100 euros por día, por cabeza de  habitante, durante 10 mil 950 días) cuyo pago también rechaza. Islandia,  con un gobierno socialdemócrata y rojiverde, pelea siempre para entrar  en la Unión Europea y contra la presión del FMI y de sus acreedores y no  ha perdido su independencia.