Una parcela con agricultura itinerante (tumba/roza/quema). Un antiguo sistema de cultivos que mantiene la fertilidad en suelos tropicales. |
En Reseñas y Debates, Nº 72, diciembre de 2011
En 1972, Juan Perón, en su Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo, escribía: “ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales. […] A la irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia. […] Para poner freno e invertir esta marcha hacia el desastre es menester aceptar algunas premisas: son necesarias y urgentes: […] una modificación de las estructuras sociales y productivas en todo el mundo, en particular en los países de alta tecnología donde rige la economía de mercado. […] La modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor básico de sociedad alguna, y que la justicia social debe erigirse en la base de todo sistema”. Cuando Perón escribió su Mensaje recién comenzaba la reflexión sobre los límites que la naturaleza impone al crecimiento de la producción y el consumo de bienes. Una fuerte contribución al debate y la toma de conciencia se debió a un grupo de científicos que con el apoyo de algunos dirigentes de empresa formaron el Club de Roma y produjeron su informe Los límites del crecimiento. El tema pasó a la agenda de los organismos internacionales y dio lugar en 1972 a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano, en Estocolmo. El Mensaje de Perón sobrepasó la perspectiva del Club de Roma, que se centraba en el freno del crecimiento económico, al enfatizar en las relaciones existentes entre justicia social y lo que años más tarde comenzó a denominarse sustentabilidad. La declaración final de la Conferencia de Estocolmo tuvo esta tesitura, defendida por muchos de los países “en desarrollo”, y en su “Principio 1” afirmaba que “el hombre tiene el derecho fundamental a la libertad, la igualdad y el disfrute de condiciones de vida adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de bienestar, y tiene la solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las generaciones presentes y futuras”. Casi cuarenta años han pasado, pero no se ha avanzado en la dirección propuesta, tanto por el Mensaje de Perón, como por aquella declaración de la ONU. En realidad, la situación ha empeorado. Conviene entonces preguntarnos qué sucedió en la historia que nos ha traído a esta difícil situación.
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