Improvisaciones en el poblado living de Jorge Schussheim
por Eddie Abramovich
El hilo venía cargado, a partir de una
provocación de Schussheim sobre los fallidos pronósticos de los
economistas funcionales, y la ausencia de sanción por mala praxis.
Entonces empecé a ligar cosas en mi cabeza y me puse a escribirlas. Con
"gran suceso de público y crítica" y, sobre todo, generoso fogoneo del
anfitrión.Transcribo, sin retoques, mis chamuyos.
Thomas Carlyle llamó a la Economía Política la “ciencia del desaliento”, o “de la desesperación”, según quien haya traducido. Pero claro, Carlyle era historiador y escritor, es decir, parte de la gente que “no entiende”.
Un siglo y medio después, uno de los que sí “entendían”, John Kenneth Galbraith, citó con respeto y validación a Carlyle. Y se ocupó particularmente de este asunto en su último libro –de 1993– The culture of contentment, impropiamente traducido como La cultura de la satisfacción, cuando habría correspondido “contentamiento”.
En ese libro, los contentos, o satisfechos, son esa parte de la sociedad que, una vez alcanzada cierta holgura, ve una amenaza en todo cambio y, en especial, en toda intervención del estado, en todo impuesto sobre la renta. Por un tiempo, ignoran que la real amenaza viene del lado de los insatisfechos, de los humillados, de la subclase funcional de marginados y excluidos. Cuando esta amenaza explota, Galbraith diagnostica – y también pronostica –, los “contentos” les endilgan a los marginados ser culpables de su propia pobreza, por perezosos y naturalmente mal dotados, y entonces le piden al estado que intervenga policialmente.
Pero la parte del libro que me parece interesante para esta discusión es ésa en la que Galbraith incluye entre los “contentos”, con mención especial, a los economistas claramente sobornados por la alianza bélico-financiera para prometer un crecimiento incesante y un futuro promisorio para todos, siempre que se permita a los bancos y los monopolios estratégicos seguir aumentando infinitamente su riqueza concentrada...lo que garantizará, entre otros beneficios marginales, que los economistas sobornados recibirán sobres cada vez más abultados.
Pocos años después de la publicación de este libro, le dieron el Nobel de Economía al indio Amartya Sen, que dijo “durante cien años la ciencia económica se ha ocupado de predecir los ciclos; es hora de que se encargue de prevenirlos, de romperlos”
Muchos de los perversos hijos de puta que medran y se mencionan por acá claramente integran el grupo de agentes de intereses concentrados, y desde hace mucho, con grado de certeza, no de simple sospecha. Algunos, incluso, han solventado fundaciones para estudiar la “seguridad”, en la concepción de seguridad que significa consagrar la exclusión con barreras y estigmatizaciones. Alguno, incluso, se me acercó con un soborno disfrazado de cooperación institucional cuando yo era director ejecutivo del Instituto de Política Criminal, para sesgar nuestras investigaciones sobre vulnerabilidad social hacia su óptica lombrosiana.
Hasta me mandaron a Neustadt para que aplaudiera a voz en cuello una intervención mía en un panel, donde yo sostenía exactamente lo contrario a sus burradas.
Señores, los agentes y operadores de los fondos buitres no son economistas, son mercenarios con título. Un título que, hasta 1966 – Onganía – se llamaba Licenciado en Economía Política, y al que entonces se le mutiló la Política. El ideario "neocon" no es una ideología, ni mucho menos una escuela de pensamiento. Es una cínica argumentación sobre el "derecho natural" de los "dotados" a tener más que el resto, junto con la estigmatización de los derechos positivos como contrarios a la libertad ... de ellos. Es Ayn Rand, es Blaquier, es la antipolítica, es la rapiña.
(También creo que la obstinación de este gobierno en conservar un INDEC para nada confiable, unas prácticas de control chapuceras y espasmódicas y un fomento del consumo sin ahorro, les da de comer a los mercenarios para que se ceben y se inflen. Pero ésta es otra historia).
Mis disculpas al dueño de este espacio, Jorge Schussheim, por apropiarme de un porción tan extensa, como un "ockupa".
....
Del libro citado (1993, un año antes de los levantamientos incendiarios en Los Angeles y Atlanta):
"La segunda reacción es la probabilidad, en realidad casi la certeza, de qué sucederá si el descontento urbano, el delito y la violencia aumentan: se atribuirán no a la situación social sino a la naturaleza inferior, delictiva incluso, de los individuos implicados. Ya sucede esto. Una solución importante al delito, a la insatisfacción y al desorden en los núcleos urbanos es la exigencia de una aplicación más estricta de la ley, incluyendo una mayor utilización de la pena de muerte y más facilidades para la detención. Ninguna otra situación actual provoca retórica tan inflamada. Este talante, en el caso de que la violencia empeorase, podría llevar a su vez muy pronto a la represión armada, primero por la policía local, luego por la fuerza militar, la guardia nacional. Pasa prácticamente desapercibido el hecho visible de que la gente que goza de una situación desahogada convive pacíficamente y los afectados por la pobreza no. O, si se menciona, no se analiza, en medio del clamor que exige que se meta en cintura a los que parecen unos ciudadanos intrínsecamente violentos y maleducados. Si se me permite una predicción segura, sería la de que es probable una autoridad cada vez más opresiva en zonas de desolación urbana".
Otro fragmento de "The culture of contentment":
"La primera característica, y la más generalizada, de la mayoría satisfecha es su afirmación de que los que la componen están recibiendo lo que se merecen. Lo que sus miembros individuales aspiran a tener y disfrutar es el producto de su esfuerzo, su inteligencia y su virtud personales.
Cuando lo que se tiene es fruto del propio esfuerzo exclusivamente, la reacción es exigir que los demás pasen por los mismos procesos para obtener lo mismo. Se ignoran las desigualdades sociales que pueden ser obstáculos insalvables para muchas personas. Según este principio, que tiene mucho de Ley del embudo, lo que tenemos es irrenunciable. La consecuencia es un aumento de los rasgos egoístas del comportamiento social e individual en todos los terrenos. Esto se traduce de forma directa en la definición del modelo económico y en la magnificación de ciertas características, que son vistas como las que llevan al éxito. No se dan ayudas, se ofrecen modelos de inspiración para ser emulados. Los ricos siempre sirven de ejemplo."
...
(Algunos foristas han comentado sobre el uso, propio o impropio, del término “neoliberal")
... se puede usar neoconservador, fascista de mercado, o cualquier otra cosa que no incluya el sufijo "liberal", porque esta apropiación ilícita que los ultraconservadores vienen haciendo del liberalismo desde la década del '50 es parte de su acción predatoria. Adam Smith volvería a morirse, pero de asco, frente a este envilecimiento. El liberalismo es un concepto político y su mayor exponente fue, en el siglo XX, John Rawls, en su Teoría de la justicia, la más sistemática y profunda formulación de los derechos positivos.
La "liberal" neonazi Ayn Rand dijo de Rawls: "La nueva 'teoría de la justicia' exige que los hombres contrarresten la 'injusticia' de la naturaleza mediante la institucionalización de la más obscenamente impensable injusticia: deprivar a aquellos 'favorecidos por la naturaleza' (esto es, las personas con talento, inteligentes, creativas) del derecho al fruto de su trabajo (esto es, el derecho a la vida)- y conceder a los incompetentes, los estúpidos, los vagos el derecho al disfrute de bienes que no podrían producir, no podrían imaginar y ni siquiera sabrían qué hacer con ellos".
Para Rand, "los incompetentes, los estúpidos, los vagos" son los desposeídos. La fuente de Blaquier, por ejemplo.
Me inclino, personalmente, por no permitirles que sigan autodefiniéndose "liberales", ni "neoliberales". A menos que usemos "neo"en sentido médico: cáncer. Los conservadores serían, entonces, liberales neoplásicos, una invasión mortal de células indiferenciadas que parasitan y destruyen al resto del organismo.
Para que quede claro: Una abolición de los derechos positivos -al trabajo, la educación, la vivienda, la salud- que están en todas las constituciones modernas, sería imposible sin un uso extremo de la violencia de estado -la misma que pronosticaba hace 20 años Galbraith- y eso se llama fascismo, en cualquier diccionario. Por eso, las dos partes del estado que los neocon quieren mantener son: (1) el registro de la propiedad; (2) la policía. Clarito, clarito.
Thomas Carlyle llamó a la Economía Política la “ciencia del desaliento”, o “de la desesperación”, según quien haya traducido. Pero claro, Carlyle era historiador y escritor, es decir, parte de la gente que “no entiende”.
Un siglo y medio después, uno de los que sí “entendían”, John Kenneth Galbraith, citó con respeto y validación a Carlyle. Y se ocupó particularmente de este asunto en su último libro –de 1993– The culture of contentment, impropiamente traducido como La cultura de la satisfacción, cuando habría correspondido “contentamiento”.
En ese libro, los contentos, o satisfechos, son esa parte de la sociedad que, una vez alcanzada cierta holgura, ve una amenaza en todo cambio y, en especial, en toda intervención del estado, en todo impuesto sobre la renta. Por un tiempo, ignoran que la real amenaza viene del lado de los insatisfechos, de los humillados, de la subclase funcional de marginados y excluidos. Cuando esta amenaza explota, Galbraith diagnostica – y también pronostica –, los “contentos” les endilgan a los marginados ser culpables de su propia pobreza, por perezosos y naturalmente mal dotados, y entonces le piden al estado que intervenga policialmente.
Pero la parte del libro que me parece interesante para esta discusión es ésa en la que Galbraith incluye entre los “contentos”, con mención especial, a los economistas claramente sobornados por la alianza bélico-financiera para prometer un crecimiento incesante y un futuro promisorio para todos, siempre que se permita a los bancos y los monopolios estratégicos seguir aumentando infinitamente su riqueza concentrada...lo que garantizará, entre otros beneficios marginales, que los economistas sobornados recibirán sobres cada vez más abultados.
Pocos años después de la publicación de este libro, le dieron el Nobel de Economía al indio Amartya Sen, que dijo “durante cien años la ciencia económica se ha ocupado de predecir los ciclos; es hora de que se encargue de prevenirlos, de romperlos”
Muchos de los perversos hijos de puta que medran y se mencionan por acá claramente integran el grupo de agentes de intereses concentrados, y desde hace mucho, con grado de certeza, no de simple sospecha. Algunos, incluso, han solventado fundaciones para estudiar la “seguridad”, en la concepción de seguridad que significa consagrar la exclusión con barreras y estigmatizaciones. Alguno, incluso, se me acercó con un soborno disfrazado de cooperación institucional cuando yo era director ejecutivo del Instituto de Política Criminal, para sesgar nuestras investigaciones sobre vulnerabilidad social hacia su óptica lombrosiana.
Hasta me mandaron a Neustadt para que aplaudiera a voz en cuello una intervención mía en un panel, donde yo sostenía exactamente lo contrario a sus burradas.
Señores, los agentes y operadores de los fondos buitres no son economistas, son mercenarios con título. Un título que, hasta 1966 – Onganía – se llamaba Licenciado en Economía Política, y al que entonces se le mutiló la Política. El ideario "neocon" no es una ideología, ni mucho menos una escuela de pensamiento. Es una cínica argumentación sobre el "derecho natural" de los "dotados" a tener más que el resto, junto con la estigmatización de los derechos positivos como contrarios a la libertad ... de ellos. Es Ayn Rand, es Blaquier, es la antipolítica, es la rapiña.
(También creo que la obstinación de este gobierno en conservar un INDEC para nada confiable, unas prácticas de control chapuceras y espasmódicas y un fomento del consumo sin ahorro, les da de comer a los mercenarios para que se ceben y se inflen. Pero ésta es otra historia).
Mis disculpas al dueño de este espacio, Jorge Schussheim, por apropiarme de un porción tan extensa, como un "ockupa".
....
Del libro citado (1993, un año antes de los levantamientos incendiarios en Los Angeles y Atlanta):
"La segunda reacción es la probabilidad, en realidad casi la certeza, de qué sucederá si el descontento urbano, el delito y la violencia aumentan: se atribuirán no a la situación social sino a la naturaleza inferior, delictiva incluso, de los individuos implicados. Ya sucede esto. Una solución importante al delito, a la insatisfacción y al desorden en los núcleos urbanos es la exigencia de una aplicación más estricta de la ley, incluyendo una mayor utilización de la pena de muerte y más facilidades para la detención. Ninguna otra situación actual provoca retórica tan inflamada. Este talante, en el caso de que la violencia empeorase, podría llevar a su vez muy pronto a la represión armada, primero por la policía local, luego por la fuerza militar, la guardia nacional. Pasa prácticamente desapercibido el hecho visible de que la gente que goza de una situación desahogada convive pacíficamente y los afectados por la pobreza no. O, si se menciona, no se analiza, en medio del clamor que exige que se meta en cintura a los que parecen unos ciudadanos intrínsecamente violentos y maleducados. Si se me permite una predicción segura, sería la de que es probable una autoridad cada vez más opresiva en zonas de desolación urbana".
Otro fragmento de "The culture of contentment":
"La primera característica, y la más generalizada, de la mayoría satisfecha es su afirmación de que los que la componen están recibiendo lo que se merecen. Lo que sus miembros individuales aspiran a tener y disfrutar es el producto de su esfuerzo, su inteligencia y su virtud personales.
Cuando lo que se tiene es fruto del propio esfuerzo exclusivamente, la reacción es exigir que los demás pasen por los mismos procesos para obtener lo mismo. Se ignoran las desigualdades sociales que pueden ser obstáculos insalvables para muchas personas. Según este principio, que tiene mucho de Ley del embudo, lo que tenemos es irrenunciable. La consecuencia es un aumento de los rasgos egoístas del comportamiento social e individual en todos los terrenos. Esto se traduce de forma directa en la definición del modelo económico y en la magnificación de ciertas características, que son vistas como las que llevan al éxito. No se dan ayudas, se ofrecen modelos de inspiración para ser emulados. Los ricos siempre sirven de ejemplo."
...
(Algunos foristas han comentado sobre el uso, propio o impropio, del término “neoliberal")
... se puede usar neoconservador, fascista de mercado, o cualquier otra cosa que no incluya el sufijo "liberal", porque esta apropiación ilícita que los ultraconservadores vienen haciendo del liberalismo desde la década del '50 es parte de su acción predatoria. Adam Smith volvería a morirse, pero de asco, frente a este envilecimiento. El liberalismo es un concepto político y su mayor exponente fue, en el siglo XX, John Rawls, en su Teoría de la justicia, la más sistemática y profunda formulación de los derechos positivos.
La "liberal" neonazi Ayn Rand dijo de Rawls: "La nueva 'teoría de la justicia' exige que los hombres contrarresten la 'injusticia' de la naturaleza mediante la institucionalización de la más obscenamente impensable injusticia: deprivar a aquellos 'favorecidos por la naturaleza' (esto es, las personas con talento, inteligentes, creativas) del derecho al fruto de su trabajo (esto es, el derecho a la vida)- y conceder a los incompetentes, los estúpidos, los vagos el derecho al disfrute de bienes que no podrían producir, no podrían imaginar y ni siquiera sabrían qué hacer con ellos".
Para Rand, "los incompetentes, los estúpidos, los vagos" son los desposeídos. La fuente de Blaquier, por ejemplo.
Me inclino, personalmente, por no permitirles que sigan autodefiniéndose "liberales", ni "neoliberales". A menos que usemos "neo"en sentido médico: cáncer. Los conservadores serían, entonces, liberales neoplásicos, una invasión mortal de células indiferenciadas que parasitan y destruyen al resto del organismo.
Para que quede claro: Una abolición de los derechos positivos -al trabajo, la educación, la vivienda, la salud- que están en todas las constituciones modernas, sería imposible sin un uso extremo de la violencia de estado -la misma que pronosticaba hace 20 años Galbraith- y eso se llama fascismo, en cualquier diccionario. Por eso, las dos partes del estado que los neocon quieren mantener son: (1) el registro de la propiedad; (2) la policía. Clarito, clarito.
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