lunes, 22 de octubre de 2012

Educación para la sostenibilidad


Será una educación para la frugalidad y un cambio civilizatorio hacia la felicidad centrada en lo intangible, y por lo tanto, será subversiva respecto de los intereses dominantes

por Lucio Capalbo

Si por educación entendemos el conjunto de vías y estrategias educativas, formales, no formales e informales, entonces el rol de la educación, en sentido amplio, es de importancia crucial para la sustentabilidad.

Si en cambio nos referimos exclusiva o prioritariamente al sistema educativo formal, las posibilidades de promover una sostenibilidad profunda son muy reducidas. Fundamento esta aseveración en que el sistema educativo formal es un sistema institucional propio de la modernidad, creado para reproducir sus valores y visiones del mundo.

Hoy la crisis ambiental nos exige un cambio paradigmático, de fondo, y el sistema educativo formal ha sido concebido en función del concepto de Estado Nación, legitima el lucro y el consumo y apuesta a la modernización, la ciencia (normal) y la tecnología, todos valores que atentan hoy contra la sustentabilidad por inscribirse en un patrón de conflicto (naciones contra naciones, partidos contra partidos, empresas luchando por los mercados, conflicto entre seres humanos y naturaleza).

Si en cambio apelamos a la educación en sentido amplio, abarcándose en ella el rol de los nuevos movimientos sociales, las Organizaciones de la Sociedad Civil y las nuevas comunidades humanas inscriptas dentro de una visión de Ciudadanía Mundial, lo que puede hacerse es mucho.

La nueva educación debe abandonar el marco mecanicista, lineal, positivista y fragmentario para el abordaje de la realidad, introduciendo una profunda reforma en el pensamiento, el pensamiento complejo en el que todos los saberes, y no solo los científicos-académicos, dialogan para crear entornos viables.

Ver al ser humano no como un receptáculo donde inculcar un saber hegemónico, sino como el propio actor de la emergencia de las múltiples potencialidades latentes en su conciencia.

Esta nueva educación debe trabajar en pro de un cambio paradigmático y la expansión de la Conciencia Planetaria, con sus corolarios de Paz y Ciudadanía Mundiales, para lo cual debe trascender su visión fragmentaria (estados nación divididos de otros estados nación, la ciencia y la tecnología separada de principios y valores, la actividad económica divorciada de la protección del ambiente).

Esto implica reivindicación de los valores humanos y espirituales, comunitarios, cooperativos y solidarios.

Debe además ser una educación comprometida con la gestión del cambio, la capacidad de gestión participativa de un nuevo desarrollo a partir de la energía latente en la Sociedad Civil.
Este otro desarrollo no estará centrado en la producción y el consumo.

Por ende la nueva educación debe tomar la cuestión ambiental no como un agregado al cuerpo de saberes convencionales, como una materia más, si no que debe convertirse en un eje transversal y fundacional, en el que no basta con no arrojar papeles a la vereda, apagar las luces que no se usan o cumplir las normas ISO 14000, sino que por sobre todo pondrá de manifiesto que el consumismo es incompatible con la subsistencia de la vida en la tierra.

Será una educación para la frugalidad y un cambio civilizatorio hacia la felicidad centrada en lo intangible, y por lo tanto, será subversiva respecto de los intereses dominantes.

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