Para no repetir los vicios discursivos de "Plomo Fundido"
Se pueden discutir matices.
Se pueden intercambiar distintos enfoques estratégicos, y formularse diferentes cargas de responsabilidad. Se pueden también discutir, fundados en juicios de conocimiento y con rigor analítico, diferentes caminos para salir del conflicto. Finalmente, es casi perogrullesco admitir que si un conflicto no se ha podido resolver en más de medio siglo es porque es complejo, polimorfo y multívoco.
Hasta ahí, lo que podría establecerse como perímetro – tan amplio como sea posible – para una discusión racional, con base irrenunciable en la paz, la justicia y los derechos humanos.
Lo que, definitivamente, queda fuera de MI perímetro de discusión, es más, fuera de mi tolerancia moral, son las siguientes alternativas, así como los fundamentos, creencias, fanatismos o intereses en que se sustentan perspectivas que considero no admisibles:
- La desaparición del Estado de Israel. Sin importar, a casi 65 años, las condiciones controvertidas de su creación, no es admisible que la condena a su política bélica y expansionista conlleve su ilegitimidad como nación soberana.
- La negación del derecho de Palestina a su consolidación como estado independiente. Sin importar las condiciones históricas de su constitución como entidad fáctica y jurídica – gobierno, población y territorio – cualquier alegación de ilegitimidad es tan grave, racista y contraria a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional como la negación de Israel.
- La validación del terrorismo de Hamas, tanto contra Israel como contra sus propios compatriotas.
- La validación de ataques contra la población civil de ambos territorios.
- La validación de actos de terrorismo de estado, presentados como de legítima defensa, claramente enmarcados en la doctrina fascista de la “guerra preventiva”
- A la recíproca, la generalización maliciosa de considerar a todos los actos defensivos legítimos como actos de terrorismo, tanto de Israel como de Palestina.
- La identificación maliciosa del Estado de Israel con la política belicista, racista y reaccionaria de la derecha israelí.
- La identificación de Israel con “lo judío”.
- El uso malicioso del término “sionista” para encubrir judeofobia.
- La negación del Holocausto. Asimismo, los razonamientos perversos que dicen “las víctimas de ayer son los victimarios de hoy” Las víctimas están muertas. Los victimarios de hoy no constituyen una etnia sino un Estado, y dentro de él tienen un alineamiento político interno e internacional.
- La reticencia a admitir las responsabilidad histórica de Egipto y Siria primero, y de Irán a través del Líbano después, en abandonar a la población palestina a su suerte como rehenes de un proceso extorsivo y víctimas propiciatorias.
- La reticencia, de signo opuesto, a admitir la responsabilidad de Israel por aplicar una doctrina de “fronteras seguras” desde el fin de la guerra de 1967, que no solamente fue ineficaz para brindarles seguridad a los israelíes, sino que consolidó una estructura permanente de economía de guerra, una de las más prolongadas, continuas y dispendiosas de toda la historia, que ha convertido también a la población israelí en rehén y víctima propiciatoria.
- La reticencia a aceptar que el asesinato de Rabin, seguramente el dirigente israelí más lúcido y consecuente, - luego de la claudicación de Ehud Barak y otros cuadros de los que alguna vez se esperaron políticas de apertura -, si bien fue ejecutado por un fanático, fue decididamente funcional a los negocios políticos y la corrupción de los belicistas.
- La negación, opacidad intencional, desestimación o menosprecio de todos los esfuerzos multipartidarios, binacionales y multiétnicos que han involucrado a miles de palestinos e israelíes en proyectos comunes por la paz, la coexistencia de los dos Estados y su integración y articulación económica, cultural, social.
Estos puntos no son tantos, pero son poderosos. Son los obstáculos que paralizan la discusión y realimentan la violencia bélica, y también la violencia moral y la simbólica.
La lista de las alternativas para terminar con la violencia, de los procesos tanto sistémicos como particulares para construir un espacio que pueda sustraerse a la lógica de la “guerra global”, de los análisis políticos, económicos, presupuestarios, los inventarios de recursos físicos e intelectuales, las opciones políticas a uno y otro lado de la frontera, todo el plexo de variables sujetas a evaluación y debate puede insumir varios tomos de miles de folios.
Personalmente, incluso arbitrariamente, lo admito, me niego a discutir con interlocutores que se mantengan irreductibles tanto en los negacionismos y las reticencias como en la legitimación de la violencia enunciados en los catorce “puntos de exclusión”
Al menos, rehúso hacerlo en un espacio tan abierto y líquido como el 2.0
Esta es una declaración personal.
Provisoriamente, y mientras dure la actual escalada bélica, la someto a la lectura pero no a la discusión. Acepto los comentarios pero solicito, por ahora, permiso para no responder. Gracias por su indulgencia.
Edgardo Gabriel Abramovich
Buenos Aires, 16 de noviembre de 2012.
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